Ellos nos querían fuera
pero ya nos tienen dentro;
cabalgando hacia el encuentro,
empuñando la bandera.
No sería la primera
vez que bailamos su cancha.
Es que este pecho se ensancha
cuando enfrentamos a grandes.
Es el viento de los andes
viniendo por la revancha.
Comandados por el mismo,
entendimos que el gran sueño
también lo alcanza el pequeño
con trabajo y optimismo.
Hay que mirar al abismo
aunque te tiemblen los huesos.
No hay héroe que salga ileso
cuando está en juego la gloria,
cuando basta una victoria
pa’ llevarnos de regreso.
Para entrar al Centenario
recurrimos al ingenio.
Gracias damos a este genio
aunque no fue necesario.
No se ofusque el adversario
si esta hinchada canta y canta.
No por gusto su garganta
es la más feroz del mundo.
Hasta el último segundo
cuello y corazón aguanta.
Aprendí que en el brasero
también pueden crecer flores,
y que si amas los colores
jamás serás forastero.
Bendito sea el arquero
que nuestro templo asegura.
Y Daniel, en las alturas,
que desde el cielo relate
cada vez que el chocolate
se desborde con dulzura.
Si hay traspié que no se olvida
por cambiar nuestro destino,
hoy nos trae aquí con vida
uno que con don divino
mete el pase clandestino
y abre espacios milagrosos.
Es normal estar nerviosos
más si hay razón pa’ temer,
tenemos diez pa’ creer
que saldremos victoriosos.
Ay, mi Uruguay, hermana,
yo te aplaudí tantas veces
por ese fútbol que ofreces
que ante nadie se amilana.
Pero no siempre se gana
cuando eres favorito.
No existe imperio infinito
que jamás doble rodilla.
Sé que tu peor pesadilla
se llama juego bonito.
Arriba hermanas y hermanos,
¡sí que tenemos con qué!
Llevamo’ intacta la fe
de millones de peruanos;
niñas, jóvenes, ancianos,
soñando con el mundial.
Aquí en la recta final
nos tenemos frente a frente.
El pulso, la sangre caliente…
se escucha el pitazo inicial.